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Desvestirnos Para Crecer: Lo que nos enseñan las langostas sobre propósito

crecimiento personal proposito
 

 

Si alguna vez has sentido que la vida te empuja fuera de tu zona de comodidad, que los espacios, relaciones, o actividades en las que antes te sentías a gusto ya no te nutren, ya te quedan pequeños... 

O si el lugar en el que encuentras,

especialmente en tu trabajo

ya se siente incómodo, pequeño, diferente, ajeno.

Y que tú ya no perteneces mas allí.

Y por otro lado anhelas algo distinto para tu vida,

entonces quizás has vivido o estás viviendo tu propio ‘momento langosta’.

 🦞

¿Qué tienen que ver las langostas con el propósito y el crecimiento personal?

A medida que las langostas crecen, van formando su caparazón, el cual las protege del exterior. 

Pero en algún momento ese caparazón que ellas crearon 

se vuelve ajustado, limitante, e inflexible. 

Es un caparazón duro que ya no crece con la langosta,

y empieza a incomodarle. 

Hasta el punto en el que no tiene más opción que liberarse. 

Soltar ese caparazón que había creado. 

En ese momento, la langosta rompe su propia protección, 

quedando blanda y vulnerable.

 

Y esto no debe ser nada fácil ni cómodo. 

Al deshacerse de su caparazón, 

la langosta queda con su cuerpo blando y vulnerable, 

completamente expuesta. 

Ya no tiene la protección en la que antes confiaba. 

 

Imagina lo desconcertante que debe ser: todo lo que la mantenía segura, 

cada capa de armadura en la que confiaba, desaparece de repente. 

Se ve obligada a dejar atrás lo conocido 

y dar un paso hacia un estado en el que se siente pequeña, 

insegura y sin ninguna protección.

 

Se dice que por un tiempo, para sobrevivir,

la langosta se esconde bajo una roca, o en la oscuridad,

en un lugar seguro, mientras desarrolla un nuevo caparazón más grande y más fuerte. 

Abre una pausa de oscuridad, quietud,

y aislamiento para poder reconstruirse. 

 

En este estado vulnerable, oscuro y desprotegido,

la langosta tiene que confiar en que, con el tiempo, 

ella será capaz de formar su nuevo caparazón.

 

Un nuevo hogar que será más sólido y seguro, 

y le permitirá volver al mundo incluso más fuerte que antes. 

 

Pero en esos primeros y delicados momentos, no hay certezas, 

solo vulnerabilidad, incertidumbre y la necesidad de esperar y confiar.

 

Asumo que para este momento ya estás viendo la semejanza 

con la manera en la que nos alineamos a nuestro propósito de vida .

También atravesamos estos momentos en los que tenemos 

que dejar atrás lo conocido, y puede sentirse abrumador. 

 

Es como si nos despojáramos de todas las capas que una 

vez usábamos para sentir seguridad o confianza.

Nos quedamos expuestos a miedos, 

dudas y preguntas sobre qué sigue, 

y hay una parte de nuestro ser que quiere retirarse, esconderse, a veces, desistir de todo. 

 

Estamos en una especie de período de espera, 

donde no estamos seguros de cómo creceremos en esta nueva fase; 

solo sabemos que no podemos regresar a donde estábamos.

 

Como la langosta, muchas veces necesitamos ir a un lugar oscuro y aislado. Abrir pausas en la vida para redescubrirnos y "re-cubrirnos." O para tejer el nuevo traje que usaremos al reinventarnos.

 

Sé lo que se siente entrar en ese estado de quietud, aislamiento y oscuridad. 

Conozco de primera mano lo vulnerable que se siente despojarse de un traje que ya nos queda pequeño. 

Un trabajo o labor con el que ya no nos identificamos. 

Un espacio que empieza a incomodarnos, pasa a molestarnos,

hasta llegar a casi ahogarnos. 

 

Y lo más difícil es tener que soltar lo conocido.

Lo familiar.

Lo seguro.

Sin tener certeza de lo que se encuentra al otro lado.

Sintiendo la desnudez de nuestra piel sin traje.

Mientras nadamos hacia aguas desconocidas y frías. 

 

Con el deseo de regresar.

De arreptentirnos.

De volver a lo familiar.

Pero con el llamado que nos susurra o nos grita.

Para seguir adelante.

Asi sea en contra de la fuerte corriente.

 

Cada vez que dejamos atrás un patrón o ambiente que ya no nos sirve, nos abrimos al crecimiento, a la transformación y a alinearnos con nuestro propósito más profundo y auténtico. Con nuestra verdad. 

 

No habría incomodidad si no estuviéramos creciendo. 

 

Como la langosta, estos períodos de incomodidad son una señal de que estamos a punto de convertirnos en algo más grande, más fuerte, y más verdaderamente auténtico. 

Con quien de verdad somos. 

Con nuestro potencial verdadero. 

Con nuestros anhelos, sueños, bienestar y plenitud. 

 

Y si logramos mantener la confianza en que esta incomodidad es parte del proceso, salimos al otro lado más fuertes, 

más fieles a quienes realmente somos.

y podremos construir el nuevo hogar en donde sí pertenecemos. 

En donde si cabemos. 

Sin esfuerzo. 

Sin aparentar ser alguien más. 

Sin agotamiento. 

 

Es un proceso que requiere valentía, pero la recompensa es inmensa.

 

Te invito a reflexionar: 

¿Qué caparazones en tu vida ya no te quedan? ¿qué te pueden estar diciendo sobre tu propósito?